Más amor que el de una madre (Matutina De Jóvenes - 06 De Noviembre)
Grabada te llevo en las palmas de mis manos; tus muros siempre los tengo presentes. Isaías 49:16
El texto de hoy contiene una de las ilustraciones más claras de la profundidad y la perdurabilidad del amor de Dios. Es imposible que él olvide las promesas que hizo a sus siervos, pues los tiene esculpidos en la palma de la mano. Según el Comentario bíblico adventista: “Las huellas de los clavos en las manos de Cristo serán por los siglos sin fin de la eternidad un recordatorio permanente de su amor por los pecadores”.
En esta ilustración también puede verse un insondable amor. El presentador de noticias Paul Harvey contó una interesante historia del cuidado de Dios sobre miles de prisioneros aliados durante la Segunda Guerra Mundial, muchos de los cuales eran cristianos. Uno de los bombarderos estadounidenses salió de la isla de Guam hacia Kokura, Japón, con una carga mortal. Como las nubes cubrían el área del objetivo enemigo, el B-29 voló en círculos durante casi una hora hasta que la reserva de combustible descendió a un nivel peligroso.
El capitán y su tribulación, frustrados, porque estaban directamente sobre su blanco principal pero sin poder cumplir su misión, finalmente decidieron que sería mejor dirigirse hacia un blanco secundario.
Así fue, se dio la orden: “Suelten las bombas”, y el B-29 regresó a su base. Más tarde, un oficial recibió una noticia sorprendente: una semana antes de la misión de bombardeo, los japoneses habían transferido una de sus mayores concentraciones de prisioneros estadounidenses a la ciudad de Kokura. Al saber esto, el oficial exclamó: “¡Gracias a Dios por esa nube protectora! Si la ciudad no hubiera estado escondida habría sido destruida, y miles de prisioneros estadounidenses habrían muerto”.
Dios está entre bambalinas y dirige todas las escenas en las que participa. Tenemos que aprender esto y dejar que actúe. Él ha dicho que su amor por nosotros supera al amor de una madre por sus hijos. Sabemos lo que son capaces de hacer las osas cuando alguien toca a sus oseznos. Es extraño que dudemos de ese amor. Naturalmente, una madre no deja voluntariamente que su hijo sufra. Pues Dios tampoco contempla tranquilo el sufrimiento de sus hijos. Pero así como una madre no puede evitar a sus hijos todos los sufrimientos, el Señor tampoco. Al igual que cualquier madre, sufre con sus hijos cuando en su sabiduría decide no librarlos del sufrimiento. Confía hoy en el amor inmensurable de Dios, que tiene tu nombre esculpido en la palma de la mano.
“¿Sabías qué…?”
Por: Félix H. Cortéz
Más amor que el de una madre (Matutina De Jóvenes - 06 De Noviembre)
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10:58 p. m.
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