La Oración: El Canal de la Bendición
Mediante la oración, abrimos nuestro corazón a todo lo que Jesús tiene para nosotros. Desnudamos nuestra alma para recibir la plenitud de su poder. “Orar es el acto de abrir nuestro corazón a Dios como a un amigo. No es que se necesite esto para que Dios sepa lo que somos, sino con el fin de capacitarnos para recibirlo. La oración no baja a Dios hasta nosotros, sino que nos eleva hasta él” (El camino a Cristo, p. 92).
En todas las relaciones saludables existe el deseo de comunicarse con la persona que apreciamos. La oración abre nuestro corazón para hablar con Dios así como lo haríamos con un amigo íntimo o un compañero. El aposento alto era un lugar de comunión con Dios, un lugar donde los discípulos oraban individualmente y se unían en oración colectiva. Ellos “se reunieron para presentar sus pedidos al Padre en el nombre de Jesús. Sabían que tenían un Representante en el cielo, un Abogado ante el trono de Dios. Con solemne temor reverente se postraron en oración, repitiendo las palabras impregnadas de seguridad: ‘Todo cuanto pidieren al Padre en mi nombre, les dará. Hasta ahora nada han pedido en mi nombre: pidan y recibirán, para que vuestro gozo sea cumplido’ (Juan 16:23, 24). Extendían más y más la mano de la fe, con el poderoso argumento: ‘Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó, quien además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros’ (Rom. 8:34)” (Los hechos de los apóstoles, p. 29).
Nosotros también tenemos un representante en el cielo que nos invita a llevarle nuestras cargas. Tenemos un amigo en el trono de Dios que nos insta a presentarle los anhelos de nuestro' corazón. También podemos reclamar sus promesas. También podemos extender nuestra mano cada vez más alto. También podemos pedirle que nos conceda el don celestial más inestimable: el Espíritu Santo. El nos invita a ir al trono ahora para reclamar estas preciosas promesas.
En el gran conflicto entre el bien y el mal, la oración es un arma poderosa para vencer al enemigo. Uno de los principios fundamentales del universo de Dios es la libertad de elección. Dios nunca forzará nuestra voluntad. Nunca nos manipulará para que le sirvamos. Aunque diariamente obra en nuestra vida impresionándonos mediante su Espíritu para que tomemos decisiones correctas, su participación en nuestra vida está limitada por nuestras elecciones. Cuando nos arrodillamos ante él en oración, él respeta nuestra decisión de que él intervenga en nuestra vida más plenamente. Su Espíritu nos impresiona y nos convence antes de orar, pero su Espíritu nunca nos llenará ni nos capacitará hasta que oremos.
La Oración: El Canal de la Bendición
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6:07 p. m.
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